Por María Elena Ferral
PAPANTLA, Ver., 31 de Octubre 2010.-La Festividad del Día de Muertos, según la tradición, señala que comienzan a llegar los difuntos, desde el 24 de Agosto, es la primera ocasión que les abren las puertas para que ellos puedan venir a “este mundo”, aunque también se señala que hay otra fecha que también se maneja que es el 4 de Octubre y finalmente es el 18 de Octubre, cuando ya están todos aquí, son para entonces los preparativos de las festividades.
El 31 de octubre y el día 1º de noviembre, es cuando llegan los difuntos chiquitos, y el día 2 es cuando llegan los difuntos grandes, más que una descripción, la festividad del Día de Muertos, es una de las festividades más importantes de la cultura totonaca y esto porque tiene que ver con la producción del campo, tiene que ver con la vida cotidiana de la gente.
MORIR ES PASAR A OTRA ETAPA
“La cuestión de la visión que tenemos nosotros los totonacos de que al morir, no se acaba todo, o sea el morir es únicamente pasar a otra etapa, en donde se va a vivir mucho mejor que en esta vida, es decir, la vida no se acaba, la vida es una aquí y luego la vida sigue en otro mundo, no sabemos exactamente en donde esta el lugar, pero sabemos por los abuelos que es un lugar muy hermoso, es un paraíso donde todos queremos llegar”, explica Áurea Vázquez Olmos, jefa de la Unidad de Culturas Populares.
Otro aspecto de la celebración del Día de Muertos, de acuerdo a la experiencia, es que esta festividad, se espera con muchos meses de anticipación, por lo que “los totonacos se preparan desde meses antes, engordando sus cochinitos, preparando sus hornos donde van a hacer el pan, todo eso lo van haciendo con mucho tiempo de anticipación, porque todo esto se lleva un tiempo, una vez que ya tienen todo listo, los preparativos, de la elaboración del pan, la molienda del chocolate, la elaboración de los tamales, todo se hace en familia, con primos, parientes y eso quiere decir que esta fiesta de Día de Muertos, en vez de dividir a las familias, las une y si viven en una comunidad, mucho más”.
Dijo que en esta festividad, “desaparecen los colores y las religiones, todo se empieza a trabajar con un solo fin, preparar la fiesta del Día de Muertos, entonces los totonacos pensamos que esta fiesta vive, porque la costumbre es muy fuerte, esta muy arraigada, a tal grado que en las zonas urbanas, la cultura mestiza la ha retomado claro, con sus características propias, pero la retoman”.
Sin embargo añadió “vemos que “esta festividad esta corriendo un riesgo, estamos hablando de culturas ajenas a la nuestra, como el halloween, esta cuestión del halloween, bueno de repente es una costumbre ajena, es una costumbre occidental, de repente a veces nuestros maestros, nuestros jóvenes no tienen bien arraigada su cultura, no la conocen y son fácilmente presa de hacer cambios, de empezar a practicar otra costumbre que no es la nuestra, inclusive a veces repetimos esa palabra y no sabemos ni lo que significa y tampoco investigamos y pues no tiene nada que ver con la cultura nuestra”.
LOS ALTARES
Añadió que “el trabajo nuestro como promotores culturales, es seguir promoviendo esta costumbre tan bonita, con las futuras generaciones, para que los jóvenes la sigan practicando y sobre todo que sepan el significado, el porque y para que se ponen los altares, no es una exposición, no es una muestra, sino que se espera a aquellos que se fueron y que no los podemos ver, pero aquí están, a ellos se les ofrenda la comida que les gustaba”.
Y aquí “van a haber altares muy bonitos y otros no tanto, porque aquí tiene que ver la economía de las familias con una vida más o menos holgada, que va a poner su altar más adornado, con más alimentos y una familia de escasos recursos, pues va a poner lo mínimo, pero eso no significa que sea más o menos, aquí lo importante es ofrendar a su familia, a los que ya no están, eso es lo más importante porque no es un concurso”.
CONVIVEN VIVOS Y MUERTOS
Para Vázquez Olmos, “ese es el verdadero significado, sabemos que van a venir, entonces toda familia que sabe que no tiene a su familia aquí, pues los esperan con mucha ansia, con felicidad y con tristeza porque de repente esta festividad así es, es de alegría y de tristeza, pero finalmente es donde convivimos vivos y muertos, en esos momentos de fiesta porque podemos decir que prácticamente es como un mes de fiesta porque si decimos que la fiesta empieza a finales de Octubre y los días 1 y 2 de Noviembre, después viene la Octava del Día de Muertos y después el 30 de Noviembre, que es cuando se despiden ellos, cuando ya se van definitivamente, para regresar el próximo año”.
EL ORIGEN DE LA CALEBRACION
Cabe señalar que la filosofía de los pueblos mesoamericanos de la antigüedad, trasciende hasta nuestros días en simbolismo y rituales que nos enseñan el culto a la vida espiritual, la negación de la muerte como momento biológico, el ir más allá de la presencia y acción física hasta encontrar la esencia de la vida en la muerte misma, como eterna lucha de superresistencia.
En la iglesia Católica, se celebra el 1 de noviembre y tiene por finalidad honrar a todos los moradores del cielo, a los santos canonizados y a los que no lo han sido todavía, fue creada por el papa Gregorio IV en el siglo IX y desde entonces se celebra en Europa, se señala que en su etapa primitiva, esta fiesta nació en las catacumbas de Roma, al honrar en una ceremonia general a los mártires cristianos que fueron sacrificados en tiempos del emperador Diocleciano.
Mientras que en España el 1 de noviembre, día de Todos los Santos, se ofician misas en los templos; el día 2 se visita el cementerio para rendir homenaje a los muertos y las tumbas son arregladas por los deudos, quienes les llevan flores y coronas, además de que les prenden lamparillas de aceite o velas.
En las casas particulares no construyen altares ni ponen ofrendas como se acostumbra en México, aunque hay quienes piensan que antiguamente en las provincias Vascongadas, el norte de Castilla la Vieja y Aragón, los habitantes solían llevar a la misa ofrendas de trigo, pan y vino para su bendición, y se ponían en las fosas, costumbre que ha desaparecido.
LA TRADICIÓN INDÍGENA
La ofrenda indígena se remonta al periodo preclásico tardío, unos mil 800 años antes de Cristo, pues sepultaban a sus muertos con ofrendas específicas, más tarde, más o menos mil 500 años antes de cristo, los pueblos del periodo preclásico sepultaban los cadáveres acompañados con ricas alimentos y utensilios personales.
El culto a los muertos en los pueblos prehispánico es la concepción de una nueva vida en el más allá, en la región de los Dioses, de la vida y del alimento: Ometecuhtli y Omecíhuatl y de ahí la idea de acompañar a los difuntos con lo necesario para esa nueva vida, presidida por Mictlantechuhtli y Mictecacíhuatl, dioses que vivían en el Mictlán: lugar de los muertos.
La celebración de Todos Santos es una costumbre observada por los habitantes de la región del Totonacapan y que se han transmitido de generación a generación, es consecuencia de la creencia de que, según la edad, les era permitido a los muertos “salir” de sus tumbas en una manifestación de fuerza llamada ánima, algo abstracto, es decir, el espíritu de ellos, que venía a estar entre los suyos.
La celebración de Todos Santos es una costumbre observada por los habitantes de la región del Totonacapan y que se han transmitido de generación a generación, es consecuencia de la creencia de que, según la edad, les era permitido a los muertos “salir” de sus tumbas en una manifestación de fuerza llamada ánima, algo abstracto, es decir, el espíritu de ellos, que venía a estar entre los suyos.
LOS TRES MOMENTOS DEL DIA DE MUERTOS
En el Día de San Lucas, el 18 de octubre, prácticamente da comienzo la celebración de los muertos; San Lucas, que es patrón de los difuntos que murieron en forma violenta, los asesinados, los ahogados, o los que murieron por alguna enfermedad extraña, pues son guiados por el mal o por la deidad del agua o de los ríos (Áktsin) y se les identifica como los “malos aires”, que traen enfermedades.
En cambio el destino es diferente para los que murieron en forma natural, pues el altar se instala en el interior de la casa, junto al de los santos católicos y se venera a San Lucas, el altar y la ofrenda son más sencillos; consisten en poner tamales, mole de guajolote, pan, chocolate y tortillas; se prenden veladoras, se quema el incienso y se hacen rosarios o rezos.
LAS ÁNIMAS
En estos días, se ofrendan los alimentos a las ánimas y se dice que también vuelven las ánimas solas: aquellos difuntos que no tuvieron familia o pariente alguno en la vida; se les pone su ofrenda en un pequeño altar que va colocado en el exterior de la casa, o en el patio o el camino, se dice que estas ánimas solas no pueden entrar a la casa grande y su pequeña ofrenda consiste en una taza de chocolate, pan y tamales con una veladora encendida.
LA OCTAVA, FIN DE LA FESTIVIDAD
Las ánimas aún no se han retirado por completo, por eso se les vuelve a colocar su ofrenda a los ocho días, que es la octava “aktumajat” y de nuevo se adornan los altares que se han reservado para ese día, se tiene la creencia que en ese día se van definitivamente al mundo de los muertos y ello se vuelve ocasión para visitar el cementerio, a fin de llevar ofrenda, último momento para “encaminarlos”, pues ya no volverán hasta el año siguiente.
LOS ELEMENTOS
Cada uno de los siguiente elementos encierra su propia historia, tradición, poesía y, más que nada, misticismo, el agua, la fuente de la vida, se ofrece a las ánimas para que mitiguen su sed después de su largo recorrido y para que fortalezcan su regreso, en algunas culturas simboliza la pureza del alma, la sal, el elemento de purificación, sirve para que el cuerpo no se corrompa, en su viaje de ida y vuelta para el siguiente año. Las velas y las veladoras, los antiguos mexicanos utilizaban rajas de ocote, en la actualidad se usa el cirio en sus diferentes formas, velas, veladoras o ceras, la flama que producen significa “la luz”, la fe, la esperanza, es guía, con su flama titilante para que las ánimas puedan llegar a sus antiguos lugares y alumbrar el regreso a su morada.
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